
Tramuntana tiene que entregar una carta, pero no solo porque ese sea su trabajo; tiene que hacerlo para que deje de regresar, una y otra vez, a la Colmena. Porque quiere ser leída, porque quiere llegar a su destinatario. Y es muy, muy persistente. Pero Tramuntana no las tiene todas consigo. Posee un talento sobrenatural para perderse, incluso donde es imposible hacerlo. Y el mundo es un lugar confuso que no deja de cambiar. Aun así, con el saco de cartas colgado, el arcabuz en una mano y su (poco) intrépido perro Azulejo, está dispuesta a no cejar en su empeño por muchas mansiones simbiontes, sirvientes imposibles y grietas en la realidad que se le pongan en su camino.
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Me dijeron que fuera una persona sensata y por eso acabé estudiando Farmacia. Mi pasión es escribir y dibujar, aunque hoy en día he terminado más novelas que medicamentos. Me llamo Celia Añó y nací casi en la medianoche de una tormentosa noche de junio (que quizás tenía poco de tormentosa y era solo una llovizna, honestamente, no lo recuerdo). Tengo varias pasiones y a todas ellas he llegado por accidente, como si hubiera tropezado con un camino ya escrito. Así resulta que me encanta leer, inventarme historias, dibujar, las brujas y los ochos. He participado en varias antologías y publicado alguna que otra novela.