
Este libro no trata de secuestros, ni de ladrones de cadáveres, no de médicos desdoblados de asesinos. Y, sin embargo, A la luz de una linterna nos revela el talento de Robert L. Stevenson (1850-1894) en estado puro, que en sus novelas resulta, a veces, velado por la intriga trepidante y la imponente presencia de sus héroes y canallas. Aquí, a cambio, el lector aficionado puede saborear a placer eso que siempre ha intuido en este gran narrador: su don para recrear «el esplendor de la existencia». Ese esplendor, de tonalidad seria y romántica, se nos revela bajo luces distintas, que acogen desde la luminosidad cálida e imborrable de su mocedad hasta la penumbra de los recuerdos más decepcionantes y sombríos. A lo largo de estas páginas, la linterna stevensoniana va iluminando para nosotros vacaciones infantiles y vidas de ingenieros, faros y otros paisajes isleños, sueños secretos o encendidas conversaciones en un Edimburgo fantasmal, con sus teatros, desfiles y bazares. En su singular manera de mezclar anécdotas y honduras, ásperas verdades y continuos entusiasmos vibra el pulso de su vocación literaria así como la sinceridad autobiográfica más generosa y honesta. Pero, además de su atractivo intrínseco, los dieciocho textos que componen A la luz de una linterna resultan de interés por constituir una verdadera novedad en el conocimiento y difusión de Stevenson, ya que nunca habían sido publicados en su integridad y la mayoría de ellos son rigurosamente inéditos en castellano. Pues esta es la gran deuda contraída por la posteridad con el escritor : La ausencia de una edición completa de sus escritos, que se ha visto agravada por los continuos saqueos y recortes -precisamente él, que tanto sabía de piratas- a que ha sido sometida su impagable literatura.