
De todos los tipos de tangibles existentes, su madre siempre la había advertido más sobre los midas. «Nunca dejes que un hombre, de quien no has visto su pulgar izquierdo, intente darte un beso en la mejilla», le había dicho, «ni apartarte con un roce casual en el brazo, cerca del codo, pidiéndote disculpas con una voz suave y grave como las llamas de un horno de leña, pero solo en otoño, quizás también invierno, jamás en verano. Desconfía también si no eres capaz de verle las pupilas de noche, o si te habla de un huevo de oro que está escondido en una gallina de plata, que está escondida en un arcón de bronce, que está escondido en una cueva al norte». Desde entonces, Alisa siempre había evitado a los hombres que llevasen guantes, aunque no mitones.
Author
