
Sara se despierta una noche y descubre una curiosa luz roja saliendo de la cocina. Al acercarse de puntillas, se encuentra con un ser diminuto dentro de la nevera comiéndose sus helados de chocolate. Sara intenta atraparle, pero el pequeño gnomo consigue escapar y, sin saber cómo, la niña es absorbida al interior del frigorífico. Así comienza una historia infantil de fantasía y aventuras en la que Sara descubrirá el mundo mágico de Mundo-Vera, ayudando al príncipe Rubiales a salvar el reino de las garras del malvado y maloliente Duque Roquefort. INICIO DE LA NOVELA: Hacía mucho rato que me habían mandado a la cama, pero era imposible dormir. ¡Qué calor hacía! Todo estaba muy oscuro y solo se escuchaba el tic tac del reloj del pasillo. Quería aguantarme pero ya no podía más, tenía que ir al baño. Así que me levanté muy despacio y, sin hacer ruido, salí de puntillas de la habitación. No quería despertar a mi madre porque me había castigado injustamente y estaba enfadada con ella. ―¡Sara, estás castigada! ―me había dicho esa misma mañana, muy cabreada. ―¡Yo no he sido mamá! ―Esta noche te has comido dos helados y encima lo niegas. ―Habrá sido el primo Roberto. ―Cuando se fue tu primo, saqué el pescado para la cena y los helados seguían allí. ¿Cómo explicas eso? ―Jo, no es justo. Y no era justo. La noche anterior alguien se había comido dos helados de chocolate, mis preferidos, y mi madre me había echado a mí la culpa. Pero os aseguro que yo no había sido. Y lo peor es que ya solo quedaban otros dos helados de chocolate. Estaba ya al final del pasillo cuando, de repente, una luz roja comenzó a brillar al otro lado. Parecía venir de la cocina. No podían ser mis padres porque les oía dormir y roncar en su habitación. Entonces, ¿quién había allí? Me acerqué muy despacio sin hacer ningún ruido. Tenía un poco de miedo, pero también sentía mucha curiosidad por descubrir lo que pasaba. La luz roja salía de la cocina a través de la puerta entreabierta, dibujando sombras extrañas en la pared. Me asomé con mucho cuidado y me quedé pasmada. El congelador estaba abierto y el envoltorio de uno de mis helados de chocolate estaba tirado en el suelo. Pero lo más increíble era que dos botas rojas y diminutas asomaban del congelador. Las botas brillaban en la oscuridad, mientras su pequeño dueño pataleaba y gruñía. Parecía muy concentrado, mordisqueando algo de la nevera. ¡Otro helado de chocolate! ...