Andamos perras, andamos diablas es una novela fragmentada, o colección de cuentos, que consiste en la reedición del libro La guerra no importa (1983), un reconocimiento a la voz de Cristina Rivera Garza cuando comenzaba. Una voz que intuye el quiebre de la realidad por el vicio de la violencia, y no de la violencia evidente, sino intrínseca en las relaciones con los otros, con la familia y con la ciudad. En los capítulos, o cuentos, los personajes son difíciles de asir, comparten algunos rasgos, a veces el nombre, a veces algún detalle del lugar, como delatando una identidad que se transforma o se disloca por las contradicciones que van viviendo los personajes. Xian es el nombre con el cual es bautizada la narradora de la primera historia, por parte de una mujer extraña que parece fantasear con la figura de un hombre. En otro relato es la misma Xian, ahora con otro nombre, la que se relaciona con varios jóvenes con quienes comparte un comportamiento de necesaria indiferencia, o tristeza disfrazada, para continuar moviéndose; después la misma Xian mantiene una relación con un viejo que le entrega un maletín para que ella se deshaga de él. Aparecen otros nombres y personajes, como Julia, Ramiro, Terri y, en general, no sabemos bien lo que verdaderamente está sucediendo a cada instante, como la lluvia deslavando la ciudad, mujeres camuflándose con el momento, pero reconocemos ese impulso de búsqueda en cada fragmento de la narración, ese estar para quedarse.