En un acto desesperado por no decepcionar a su familia, lady Vanessa Craven comete un grandísimo error que arruina la cooperación comercial entre su padre y el conde de Essex. Además, su madre la desprecia por no concretar aquel crucial compromiso que los habría salvado de la ruina, y se desquita, revelándole que era una bastarda a quien detestaba profundamente. En esas condiciones, veía improbable por no decir imposible, encontrar un esposo adecuado que la aceptara. Estaba arruinada. Cameron Murray acababa de hacerse cargo del legado familiar tras la muerte de su padre. Sin embargo, seis meses después, un testamento le revela las condiciones que estipuló su antecesor para no desheredarlo y que el manejo de Blair Atholl pasara a manos de un primo lejano. Debía casarse. Se había cansado de buscar una mujer adecuada, que reuniera todos los requisitos que su alocado padre había escrito a detalle en aquel estúpido testamento. ¡¿Dónde encontraría a una joven así en tan poco tiempo?! Estaba jodido. Sin embargo, en una visita a Inglaterra, su buen amigo le sugiere la solución perfecta para todos sus problemas. Lancaster tenía a la dama indicada para ser su esposa, y él solo debía concretar los detalles con su padre, que, para su fortuna, estaba al borde de la ruina. Lady Vanessa necesitaba un nuevo hogar y Cameron una esposa. ¿Qué podía salir mal de un matrimonio para el beneficio de ambos?